miércoles, 16 de mayo de 2012

Asalto al subconsciente.

En el cruce de Reforma con Periférico, atestado de coches de sol a sol, hay un trío de organilleros. O bueno, un organillero y 2 ayudantes que piden dinero entre los coches. Empezaron estando en la incorporación que viene de Reforma Lomas con dirección a Periférico Norte, pero a partir de las obras del segundo piso, se mudaron a la zona del tunel, gracias a al aumento del tráfico, suficientemente pesado para estar ahi sin riesgos. No se exactamente cual haya sido la idea (además por supuesto del aprovechamiento del tráfico), que haya impulsado a estos guardianes de tan vieja tradición a aventurarse a un tunel donde el único sentimiento compartido entre los presentes es la frustración y prisa. Un ambiente que genera en los conductores hostilidad hacia el exterior, hacia los distractores y le deja sumamente incapacitado para tener un momento de relajación. Mientras que en algunos países, el encontrarse a un organillero sea sinónimo de buena suerte, en México se mantienen como símbolos de un pasado rico en tradiciones, el pasado de una cultura en evolución, con matices frescos de la recién adoptada cultura europea. Es común todavía verlos en las plazas y parques de las colonias céntricas, y asocio sus sonidos "cadenciosos" con los días al aire libre y los fines de semana con mesitas en la banqueta. Mi cerebro se confunde cada que bajo la ventana en ese tunel repleto de smog, mientras trato de meterme a un carril a la fuerza y escucho el sonidito de un organillero, amplificado por el tunel pero ahogado entre tanto motor. Es una sensación espantosa. Una mezcla de situaciones que nunca debió existir. Joven, ahi le va su episodio de terror, lo que guste cooperar...