martes, 2 de abril de 2013

Antropófagos en estado latente

Sociedades estables en evolución constante han llevado a la humanidad a producir tecnologías y sistemas complejos que terminaron por modificar completamente el entorno en el que habitamos. La mitad de la población del mundo vive concentrada en ciudades que para mantenerse necesitan cantidades increíbles de recursos. Cada población por pequeña que sea, necesita una red hidráulica y de drenaje, redes ferroviarias, carreteras por donde le lleguen los alimentos y otros consumibles, y una red eléctrica, por nombrar lo más básico.

Una ciudad es un sistema extremadamente complejo que en ciertas ocasiones parece estar soportado en alfileres. ¿Que pasaría en el D.F. si el sistema Cutzamala sufriera de algún daño significativo cuya reparación tomara más de 2 semanas? No hay nada como un desastre natural para poner las cosas en perspectiva y regresarlas hasta un origen ya olvidado. Si despertáramos un día sin servicios: sin carreteras, sin luz ni agua o combustible, la ciudad duraría apenas unas horas.

Los gavilanes y los perros no podrían abastecer el apetito carnívoro de varios millones de habitantes concentrados en un valle.

El canibalismo llegaría pronto.

viernes, 31 de agosto de 2012

This is the fight of day and night. I see black light.

Las últimas palabras de alguien constituyen una especie de statement distinto a todos los que pueda hacer en la vida, pues están conferidas de un peso especial, por obvias razones. Son diferentes también en que no siempre están relacionadas con la vida y obra de quien las termina diciendo, ya que difícilmente alguien pueda ponerse a recitar alguna expresión ensayada, o a pensar en algo de carácter memorable cuando se enfrenta a su propia muerte. Existen casos diversos en ambos sentidos, desde frases célebres dotadas de gran valentía y simbolismo, hasta oraciones chuscas que terminan siendo vinculadas con el personaje casi por casualidad. Como las últimas palabras de Álvaro Obregón antes de que fuera asesinado: “más totopos”. Generalmente las últimas palabras mejor formuladas son aquellas que no llegan de forma abrupta, y son dichas en camas de hospital, o frente a algún pelotón de fusilamiento. Como la controversial frase atribuida al Che Guevara “Dispara ya, que estas matando a un hombre.” Entre personajes acostumbrados a la fama, que llevaron vidas distendidas como celebridades, existen varios ejemplos de frases memorables, de un carácter más ligero. En especial me gustan la de Humpfrey Bogart “I should never have switched from Scotch to Martinis”, y la de Groucho Marx, cuando alguien le rogó que no estirara la pata; “Die, my dear? Why, that's the last thing I'll do!” Me puse a pensar que seguramente para algunos personajes cuyas vidas están en peligro, ya sea por salud o profesión, debe existir ya una frase prefabricada para ese momento, algún acordeón mental para dejar esta vida con estilo. Gente que vive con las horas contadas: soldados, criminales, corresponsales de guerra, policías de zonas peligrosas o similar. Lo que uno menos quiere es que le pase lo que a Pancho Villa, que al ser balaceado por sorpresa solo pudo pedir que inventaran que había dicho algo padre. Un ejercicio interesante que se me ocurre, útil para la vida, sería utilizar un lenguaje que vaya acorde a la frase, “Vive cada día como si fuera el último”, que en términos lingüísticos sería algo así como “Habla como quieras ser recordado”. Así, cuando llegue la hora probablemente sea a mitad de una frase más célebre que “Ira, no manches…”.

sábado, 4 de agosto de 2012

Potencial

En tiempos de Juegos Olímpicos me puse a pensar en el rendimiento encabronado de los atletas, y en cómo dedican sus vidas a mejorar su cuerpo, optimizando cada detalle y disciplinando sus mentes, para competir con registros en constante mejora desde hace varias décadas. El cuerpo humano es básicamente una máquina que procesa alimentos y los convierte en energía para mover los músculos. Tensión y contracción. Estos se fortalecen a través del ejercicio y así, el cuerpo humano puede soportar más energía y producir más fuerza. Un boxeador típico debe golpear diario en promedio unos 200 o 300 golpes, tal vez mas, tal vez son miles. Sería interesante calcular cuanta energía acompaña cada uno de esos golpes y así promediar la cantidad de energía que produce un boxeador regular a lo largo de una carrera promedio de entre 10 y 20 años. Luego, sumamos toda la comida que consumió el boxeador durante todos esos años, y básicamente veremos que con algunos metros cúbicos de comida se puede producir una energía equivalente a la de una bomba gigantesca. El cuerpo es un motor de una eficiencia sin comparación. El cerebro es una supercomputadora. Nuestros peores enemigos son la escasez de tiempo, la degradación celular.

viernes, 29 de junio de 2012

Evolucion truncada.

En una conferencia que vi de Rem Koolhas hace ya unos años, presentaba unas gráficas de cómo las culturas europeas habían florecido gracias a los ríos que discurren a lo largo del continente. Todas las antiguas capitales europeas están ubicadas a las márgenes de los ríos, y las mas importantes estaban muy cerca del mar. El comercio marítimo era necesario para el intercambio de materias primas y tecnología entre las culturas del viejo mundo, pero tuvo otras consecuencias, como los procesos de mestizaje extensivos, y los intercambios de enfermedades, plagas y anticuerpos, que eventualmente serían un factor influyente en la conquista y colonización de América. El caso de América es distinto en todas estas cosas. Las culturas que florecieron aquí no tuvieron contacto alguno con otras fuera del continente. Fue una evolución intelectual mucho más lenta, sin la capacidad de absorber conocimientos y descubrimientos ajenos. Existieron en efecto varias culturas mesoamericanas a lo largo de varios miles de años, pero todas compartían más o menos el mismo sistema de creencias y tenían más o menos las mismas limitaciones tecnológicas. Todas tuvieron una cosmovisión enfocada a los astros y los ciclos que estos presentan. Aunque también compartieron el culto a otros fenómenos naturales, y en particular a la lluvia. Creo que de haberse mantenidos aislados otros 5 mil años o más, estas culturas hubieran seguido un desarrollo intelectual y tecnológico muy distinto al que nos tocó. Seguramente hubieran pasado por una edad de hierro, bronce y demás. Tal vez se habrían vuelto buenos navegantes. Tal vez hubieran desarrollado una lengua escrita y descubierto el arco y la bóveda. Tal vez hubieran evolucionado sin todo eso, sino con versiones distintas de las mismas cosas, tecnologías distintas. Eso, creo que fue la mayor pérdida atribuible a la conquista. Esas posiblidades tecnológicas autóctonas, fruto de una cultura en madurez. Una evolución intelectual auténticamente asociada a un espacio geográfico. Creo que si el humano desapareciera, y otro chango se volviera Neanderthal y llegara a América de “chiripa”, volverían a aparecer las pirámides, y el culto a los astros y las estelas con jeroglíficos. Ese es el conocimiento que prosperaría en este territorio. Luego quien sabe.