En aquel atardecer, rumbo adivinado, sorpresa contenida.
Un vuelo rasante, lejano, más cercano al mito que a la experiencia.
Por las tardes, regresando de la montaña te empiezo a conocer.
Eres tú la nocturna. Elegante reina de los días viviendo un exilio escogido
Aprendo de ti. Trato de estar cerca de ti y los días empiezan a menguar.
La obscuridad a veces ya no me resulta tan hostil.
Por el valle reconozco tu sonido, me identifico con tus victimas.
Me convierto en testigo de tu arte. Predadora tenaz.
Al cobijo de la noche, con una seguridad envidiable.
Medito por meses, en busca de un nombre para lo nuestro.
Me decido por lo abstracto, desconocido para mi, propio de tu reino.
Salgo a cazar.
Recuerdos borrosos, lagunas entre sueños, en los que corriendo,
Sabiéndome observado por tus ojos perfectos, me convierto en lo que fui.
En lo que soy, lo que seré.
Entre águilas me muevo. En círculos. Alrededor del cráter. Aire. Aire. Aire.
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