La arquitectura en su aspecto vinculado a la forma en que se desenvuelve el humano en su aspecto básico, cubriendo necesidades diarias, (cagar, comer y dormir) sigue estando en una etapa gestal.
Desde el umbral de la humanidad, nos hemos visto en la necesidad de crear un espacio alrededor del cual podamos llevar a cabo esas actividades de forma idónea.
Las limitantes han ido variando, conforme a la disponibilidad de tecnología.
En tiempos modernos, muchas soluciones y respuestas han sido implementadas al entorno del hogar, sin embargo varias permanecen inalteradas, o sujetas a necesidades de otras tecnologías.
En el campo espacial, algunas de las limitantes tienen forma de muros, techos y pisos rectos, resultado ineludible de la facilidad y economía con la que se producen.
Con la globalización del conocimiento y la especialización, nuevas preguntas emergen a cada momento, a menudo acompañadas de respuestas en la forma de inventos.
Algunas de las corrientes que emergen, a raíz de esta intensa materialización de ideas, tienden a sugerir que algunos de los elementos actuales del habitar humano, bien podrían retomar actitudes, o procesos, menos dañinos de épocas pasadas; invitando a revisar desde varios ángulos que elementos del espacio habitacional de aquellas épocas podrían volver a ser insertados en una época actual, reforzados por tecnologías amigables, actualizando el potencial del sistema original.
Creo que hace mucho tiempo, las poblaciones nómadas interactuaban con la naturaleza obteniendo diversos beneficios: la abundancia de especies, la rotación de cultivos, el bajo impacto ecológico y una dieta diversificada.
En algún momento, la casa rodante o camper, vino a ofrecer una visión americanizada de esta posibilidad en tiempos actuales, pero llena de defectos y por lo tanto, lejana a los beneficios originales de esta práctica.
Un espacio de habitat, funcional bajo diferentes sistemas sociales, de materiales económicos y duraderos, que permita el movimiento e incluya tecnologías actuales podría ser una válvula de escape mas al problema de las ciudades y la sobrepoblación.
lunes, 27 de diciembre de 2010
domingo, 19 de diciembre de 2010
Utopía y caos
Entre los mocos y la tos, poco tiempo me queda para respirar y organizar frases de elocuencia y elegancia. El tiempo parece haber discurrido entre horas de velocidad extraordinaria dedicadas al trabajo, y un par de horas bien dispuestas de esparcimiento, que últimamente, por raro que parezca estan siendo gastadas en starcraft e Internet.
En sí, la vida parece estar repleta de experiencias llevaderas y de suma importancia, pues la edad lo permite, sin embargo, los distractores también han hecho gala de su atractivo y gozan de bastante atención. Digase, varios blogs gabachos.
La ciudad, por primera vez se deja ser observada desde arriba como parte de una rutina diaria. Acostumbro a salir dos o tres veces por día a la terraza del edificio, en pleno insurgentes y darme una buena visual de 200 grados de la ciudad de México.
Los tacos de la planta baja todavía no se cuelan a la rutina, por alguna razón, los sigo evitando, me parece que tal vez sea el instinto de supervivencia.
Las sesiones de ciclísimo a las 8:50 de la mañana me provocaron una gripa de su puta madre, pero valen la pena con tal de demostrarle a los conductores que se la siguen pelando en cuestiones de eficiencia.
No soy un fan del ciclismo, incluso, soy bastante moroso a la hora de opinar. Lo que si tengo que aceptar es que andarle dando a la bici, con estilo, a altas velocidades y buen timing, es muy atrayente. 4 Meses después de haber inaugurado mi nuevo cuadro, y de haberle dado su estrenón, me siento todo un atleta de las calles, dispuesto a rifarme por una buena carrera.
Nunca consideré la opción de dejar la lectura en pos de un nuevo placer. Sin embargo, he de decir que la bicicleta me volvió permisivo. He dejado de leer a Gibson con tal de llegar bien pedaleado a base de adrenalina metrobusera de camino a productora. A pesar de que mi estado introspectivo se vea afectado. Las ideas no dejan de fluir, pero hay menos tiempo de masticarlas. Cuando camino en dos patas siempre esta la posibilidad de hacerlo a un ritmo automático, y perderme en los pensamientos, mientras que arriba de la bici fantasma estoy obligado a concentrarme en el posible final, y de paso en llegar a tiempo al trabajo.
Estoy viviendo una de las mejores etapas.
La bici también.
El distrito aussi.
La historia tranquilamente podría referirse a esta época como útópica, caótica y plena.
En sí, la vida parece estar repleta de experiencias llevaderas y de suma importancia, pues la edad lo permite, sin embargo, los distractores también han hecho gala de su atractivo y gozan de bastante atención. Digase, varios blogs gabachos.
La ciudad, por primera vez se deja ser observada desde arriba como parte de una rutina diaria. Acostumbro a salir dos o tres veces por día a la terraza del edificio, en pleno insurgentes y darme una buena visual de 200 grados de la ciudad de México.
Los tacos de la planta baja todavía no se cuelan a la rutina, por alguna razón, los sigo evitando, me parece que tal vez sea el instinto de supervivencia.
Las sesiones de ciclísimo a las 8:50 de la mañana me provocaron una gripa de su puta madre, pero valen la pena con tal de demostrarle a los conductores que se la siguen pelando en cuestiones de eficiencia.
No soy un fan del ciclismo, incluso, soy bastante moroso a la hora de opinar. Lo que si tengo que aceptar es que andarle dando a la bici, con estilo, a altas velocidades y buen timing, es muy atrayente. 4 Meses después de haber inaugurado mi nuevo cuadro, y de haberle dado su estrenón, me siento todo un atleta de las calles, dispuesto a rifarme por una buena carrera.
Nunca consideré la opción de dejar la lectura en pos de un nuevo placer. Sin embargo, he de decir que la bicicleta me volvió permisivo. He dejado de leer a Gibson con tal de llegar bien pedaleado a base de adrenalina metrobusera de camino a productora. A pesar de que mi estado introspectivo se vea afectado. Las ideas no dejan de fluir, pero hay menos tiempo de masticarlas. Cuando camino en dos patas siempre esta la posibilidad de hacerlo a un ritmo automático, y perderme en los pensamientos, mientras que arriba de la bici fantasma estoy obligado a concentrarme en el posible final, y de paso en llegar a tiempo al trabajo.
Estoy viviendo una de las mejores etapas.
La bici también.
El distrito aussi.
La historia tranquilamente podría referirse a esta época como útópica, caótica y plena.
viernes, 3 de diciembre de 2010
Night Jelly
Un pie delante del otro, en constante negación de independencia, obedeciendo a ritmos ajenos a la comodidad y mal vistos a estas horas de la noche. Doblé la esquina de José Martí y me enfilé media cuadra sobre revolución hacia el sur, con la sana intención de llegar a mi casa y demostrarme de esta manera que soy capaz de negarme a la fiesta.
Resultó relativamente fácil pues la “fiesta” más bien consistía en una reunión de desempleados del tipo malabaristas en casa de unas muy cuestionables amistades.
Con el cuerpo enjuto y encorvado, presionando la bufanda con la quijada, al levantar la vista, cerca ya de la entrada del edificio, distinguí detrás de las luces de una marquesina un cuerpo moviéndose a mi mismo ritmo en dirección opuesta a mi.
No solo compartíamos velocidad, sino complexión, postura y ritmo de zancada.
Me detuve casi inevitablemente, como asustado por mi propio reflejo y casi sentí alivio al confirmar mis sospechas. El personaje frente a mi se detuvo en exactamente el mismo instante.
Tal vez fueron un par de segundos, tal vez una hora, o pudo haber sido toda una existencia paralela, en que mis ojos observaban a su observador, tratando de atisbar alguna diferencia que nos regresara al mundo de lo comprensible.
Simples 20 metros de distancia. 2 seres ajenos a la noche, tratando de caminar en sentido contrario, asustados de lanzar el primer paso, por miedo a que el otro haga exactamente lo mismo.
Decidí sentarme. Saqué mi libreta digital.
Estoy escribiendo esto, y creo que el también.
Habrá que ver si estamos teniendo las mismas faltas de ortografía.
Resultó relativamente fácil pues la “fiesta” más bien consistía en una reunión de desempleados del tipo malabaristas en casa de unas muy cuestionables amistades.
Con el cuerpo enjuto y encorvado, presionando la bufanda con la quijada, al levantar la vista, cerca ya de la entrada del edificio, distinguí detrás de las luces de una marquesina un cuerpo moviéndose a mi mismo ritmo en dirección opuesta a mi.
No solo compartíamos velocidad, sino complexión, postura y ritmo de zancada.
Me detuve casi inevitablemente, como asustado por mi propio reflejo y casi sentí alivio al confirmar mis sospechas. El personaje frente a mi se detuvo en exactamente el mismo instante.
Tal vez fueron un par de segundos, tal vez una hora, o pudo haber sido toda una existencia paralela, en que mis ojos observaban a su observador, tratando de atisbar alguna diferencia que nos regresara al mundo de lo comprensible.
Simples 20 metros de distancia. 2 seres ajenos a la noche, tratando de caminar en sentido contrario, asustados de lanzar el primer paso, por miedo a que el otro haga exactamente lo mismo.
Decidí sentarme. Saqué mi libreta digital.
Estoy escribiendo esto, y creo que el también.
Habrá que ver si estamos teniendo las mismas faltas de ortografía.
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