domingo, 19 de diciembre de 2010

Utopía y caos

Entre los mocos y la tos, poco tiempo me queda para respirar y organizar frases de elocuencia y elegancia. El tiempo parece haber discurrido entre horas de velocidad extraordinaria dedicadas al trabajo, y un par de horas bien dispuestas de esparcimiento, que últimamente, por raro que parezca estan siendo gastadas en starcraft e Internet.
En sí, la vida parece estar repleta de experiencias llevaderas y de suma importancia, pues la edad lo permite, sin embargo, los distractores también han hecho gala de su atractivo y gozan de bastante atención. Digase, varios blogs gabachos.
La ciudad, por primera vez se deja ser observada desde arriba como parte de una rutina diaria. Acostumbro a salir dos o tres veces por día a la terraza del edificio, en pleno insurgentes y darme una buena visual de 200 grados de la ciudad de México.
Los tacos de la planta baja todavía no se cuelan a la rutina, por alguna razón, los sigo evitando, me parece que tal vez sea el instinto de supervivencia.
Las sesiones de ciclísimo a las 8:50 de la mañana me provocaron una gripa de su puta madre, pero valen la pena con tal de demostrarle a los conductores que se la siguen pelando en cuestiones de eficiencia.
No soy un fan del ciclismo, incluso, soy bastante moroso a la hora de opinar. Lo que si tengo que aceptar es que andarle dando a la bici, con estilo, a altas velocidades y buen timing, es muy atrayente. 4 Meses después de haber inaugurado mi nuevo cuadro, y de haberle dado su estrenón, me siento todo un atleta de las calles, dispuesto a rifarme por una buena carrera.
Nunca consideré la opción de dejar la lectura en pos de un nuevo placer. Sin embargo, he de decir que la bicicleta me volvió permisivo. He dejado de leer a Gibson con tal de llegar bien pedaleado a base de adrenalina metrobusera de camino a productora. A pesar de que mi estado introspectivo se vea afectado. Las ideas no dejan de fluir, pero hay menos tiempo de masticarlas. Cuando camino en dos patas siempre esta la posibilidad de hacerlo a un ritmo automático, y perderme en los pensamientos, mientras que arriba de la bici fantasma estoy obligado a concentrarme en el posible final, y de paso en llegar a tiempo al trabajo.
Estoy viviendo una de las mejores etapas.
La bici también.
El distrito aussi.
La historia tranquilamente podría referirse a esta época como útópica, caótica y plena.

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